Filosofía Pancho Lasso
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Mensaje  alasenlaspatas Vie Mar 27, 2009 7:01 am

1) Impresiones - 2) Ideas.

Los contenidos de la conciencia son denominados, genéricamente, percepciones, las cuales pueden ser de dos tipos: impresiones o ideas. La distinción entre ambas radica en el grado de ” fuerza o vivacidad” . Las impresiones son, efectivamente, ” nuestras percepciones más intensas: cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos, o queremos” ; las ideas son menos intensas, se refieren a nuestros recuerdos o las imágenes de nuestra fantasía. Las percepciones pueden dividirse también en simples y complejas atendiendo a si son compuestas o no. Las percepciones complejas son las percepciones (tanto impresiones como ideas) que admiten una descomposición en percepciones simples. Las percepciones simples (tanto impresiones como ideas) son las que no pueden descomponerse en percepciones más elementales. La percepción del color negro de mi mesa es una impresión simple, el recuerdo de dicho color una idea simple. La percepción de la mesa misma es una percepción compleja, más exactamente una impresión compleja: se compone de las impresiones simples de su color, su forma, y, si también la estoy tocando, su textura, grado de calor… Si cierro los ojos y reproduzco con mi imaginación la percepción anterior, tengo una idea compleja. A toda idea simple le corresponde siempre una impresión simple, puesto que es una imagen o copia de ésta última. Pero no ocurre que a toda idea compleja le corresponda una impresión compleja, pues mi fantasía puede mezclar a capricho las distintas ideas simples creando entidades fantásticas. Ejemplos de ideas complejas son la idea de sustancia, la idea del yo y la idea de Dios. No existen impresiones de las mismas y, por lo tanto, no podemos garantizar su existencia.

El subjetivismo o fenomenismo, que caracteriza a racionalismo y empirismo, es la causa de que Hume distinga entre impresiones e ideas recurriendo solamente a la “fuerza” y “vivacidad”, es decir, a criterios estrictamente internos -inmanentes- al propio pensamiento.

3. Idea de Causa.

Esta ley de la asociación nos dice que tras la observación de la existencia de contigüidad espacial de dos hechos u objetos, de su sucesión en el tiempo y de la reiterada experiencia de estas relaciones entre ambos, se crea en nuestra mente la predisposición a evocar la idea del segundo (al que consideramos efecto) si está presente la idea del primero (al que consideramos causa). Así, las ideas de “fuego” y de “quemadura” mantienen una relación causa-efecto entre ambas.

Un criterio esencial para aplicar la asociación causa-efecto es la reiterada experiencia de la sucesión de ambos. Esto significa que por el sólo examen racional de una cosa en sí misma no se pueden descubrir los efectos de que puede llegar a ser causa (por ejemplo, que el fuego quema), sino que hay que acudir siempre a la experiencia. Aquí Hume es totalmente newtoniano y anticartesiano: todo descubrimiento sobre leyes de la naturaleza debe hacerse experimentalmente, no a priori.

Las leyes de la Física reclaman para sí una conexión necesaria entre la causa y el efecto basada en la segunda regla del método de Newton: el principio de constancia de la Naturaleza. Sin embargo, las leyes de la Naturaleza se refieren a cuestiones de hecho y lo relativo a las mismas tiene siempre un carácter contingente o meramente probable y no necesario.

4. Relaciones de Ideas.

Son relaciones de ideas todas las proposiciones matemáticas, por ejemplo que ” el cuadrado de la hipotenusa es igual al cuadrado de los dos lados”. Estas proposiciones son -intuitiva o demostrativamente- ciertas y necesarias, ya que las proposiciones contrarias implican contradicción. Pueden descubrirse por el solo pensamiento, con independencia de lo que sucede en el mundo. Sólo expresan, en efecto, relaciones entre ideas como “triángulo”, “hipotenusa”, etc.

Las cuestiones de hecho carecen de la evidencia de las relaciones de ideas, son contingentes. En efecto, “lo contrario de cualquier cuestión de hecho es siempre posible”. Que “el sol no saldrá mañana” no es una proposición menos inteligible ni implica mayor contradicción que “el sol saldrá mañana”. Por fin, las cuestiones de hecho sólo pueden ser establecidas a partir de la experiencia. En definitiva, a las relaciones de ideas corresponden razonamientos demostrativos; en cambio, a las cuestiones de hecho sólo corresponden razonamientos probables.

5. Fenomenismo.

El principio de inmanencia implica el fenomenismo concepto que tiene su origen en el término “fenómeno” que significa lo que aparece o se muestra. El fenomenismo es la teoría filosófica según la cual no es posible el conocimiento de algo distinto a nuestras propias percepciones. Esta tesis aunque contraria al sentido común, es compartida por racionalistas y empiristas pues ambos defienden que todo conocimiento es conocimiento de ideas. Y en ambos casos plantea el problema del mundo externo.

Descartes resuelve el problema del mundo externo recurriendo a Dios. Así, mis ideas se corresponden con algo externo a mi mente gracias a la bondad divina, que no permitiría que yo viviese permanentemente en el engaño. Hume admite que no existe justificación racional de nuestra creencia en el mundo externo. Sin embargo, no cree necesario recurrir a Dios. Según Hume, para distinguir aquellas impresiones que se refieren a un mundo externo de las que no, es suficiente tener en cuenta la constancia y la coherencia de nuestras percepciones cotidianas. Siguiendo este criterio podemos fácilmente distinguir nuestras percepciones “reales” de aquellas que podemos tener en sueños. La constancia y coherencia mis percepciones crea en mi mente una predisposición (hábito) a pensar que existe una realidad externa a mis percepciones. En definitiva, dirá Hume, esta creencia es consecuencia de la costumbre y su utilidad para la supervivencia.

6. Metafísica.

Hume es absolutamente contrario a la metafísica entendida ésta como un saber que pretende ir más allá de la experiencia. Y piensa que “una pequeña dosis de escepticismo podría aplacar el orgullo” de los pensadores dogmáticos (racionalistas que creen en el poder infinito de la razón).

La más abstrusa de todas las cuestiones metafísicas es la que se refiere al problema de la sustancia, ya sea la sustancia corpórea (el sujeto de las cualidades percibidas) o espiritual (el yo, sujeto de la actividad mental) o la sustancia perfecta (Dios). Hume hace una crítica total a la sustancia en todos sus sentidos.

Crítica a la idea de sustancia . La sustancia, entendida al modo aristotélico como un sustrato inalterable que sirve de soporte a los accidentes, es una idea que carece de la impresión correspondiente . Por ejemplo, una rosa no es más que la suma de sus propiedades perceptuales o fenoménicas: veo su color, su tamaño, su forma, los elementos que la componen, siento la suavidad de los pétalos, la textura del tallo, huelo su aroma…

Crítica a la idea del yo como sustancia. Hume señala que cuando observamos nuestra mente no encontramos en ella nada simple y permanente sino un cúmulo de percepciones que se suceden unas a otras, negando con ello la tesis cartesiana del yo como una sustancia pensante. La conciencia de la identidad que tenemos de nosotros mismos (es decir que nos creamos los mismos a lo largo del tiempo) no proviene de aquel supuesto carácter sustancial de nuestro yo sino más bien de la memoria de la sucesión de distintas impresiones: confundimos memoria con identidad. El yo no es otra cosa que el conjunto de impresiones (de actos psíquicos). La memoria y la imaginación crean en nosotros la ilusión de un objeto continuo y persistente: nuestro yo.

Crítica a la posibilidad del conocimiento de Dios, la sustancia perfecta . Dado que para Hume sólo es posible el conocimiento de las cosas que se ofrecen a nuestros sentidos, Hume declarará imposible el conocimiento de la esencia y existencia de Dios. Hume rechaza el argumento ontológico indicando que no es posible demostrar a priori la existencia de Dios, puesto que las cuestiones de hecho sólo se pueden decidir con la experiencia, nunca con el mero análisis de una idea. La no existencia de un objeto correspondiente a una idea no es algo contradictorio con dicha idea: no es absurdo que no existan los triángulos, ni las mesas, ni tampoco Dios. Pero tampoco nos sirven los argumentos a posteriori, como el argumento cosmológico que dice más o menos así: si encuentro un reloj en una isla desierta supongo que antes ha habido alguien allí y lo mismo respecto al Universo. Hume lo considera erróneo puesto que se apoya en una aplicación incorrecta del principio de causalidad, ya que sólo puede admitirse respecto a los datos de la experiencia, nunca respecto de cosas situadas más allá de estos datos. Por tanto, el concepto clave de la metafísica, Dios, carece de valor, y la metafísica es una ilusión.
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